Si hay dos grupos que han combinado diversión con protesta son los navarros Tijuana in Blue, primero y, Kojón Prieto y los Huajolotes, después. Dos proyectos musicales cuyo embrión se gestó en la cabeza y el corazón de un cantante inigualable, querido y genial cuyo nombre de pila era Marco Antonio Sanz de Acedo Montoya (como a él le gustaba remarcar), aunque saltó a la fama con el sobrenombre de Eskroto, al que luego sucedería el de Gavilán. Es difícil encontrar dentro del abigarrado panorama musical navarro de la década de los 80 y 90 del siglo XX, un temperamento, una inteligencia, un compromiso, una actitud y una originalidad como la suya. Como casi toda la generación vasca de los ochenta, vivió rápido e intensamente y tuvo un final trágico, pero, a pesar de ello, o precisamente por ello, dejó una huella indeleble en nuestra memoria colectiva, marcando el devenir musical de varias generaciones que tuvieron en él a todo un referente político, social y vital. Esta es la primera biografía de un tipo excepcional cuyo único fin fue ser, de profesión, artista.